jueves, 17 de diciembre de 2009

Misterio

¿Así o más misterioso?


El Diccionario de la Lengua Española define que misterio es: Cosa arcana o muy recóndita, que no se puede comprender o explicar.

El término justifica su existencia: Hay demasiadas cosas en nuestro universo, y ahora mismo la mayoría no puede comprenderse o explicarse del todo.

Pero misterio tiene otros usos. El mismo diccionario también explica que misterio puede ser: Arcano o cosa secreta en cualquier religión // En la religión cristiana, cosa inaccesible a la razón y que debe ser objeto de fe.

¿Habrá en realidad cosas que son intrínsecamente misteriosas? ¿Qué tan correcto es usar la palabra misterio en frases que se han hecho cotidianas como “Misterios de la naturaleza” o “Misterios de la mente”? Vale la pena comentarlo un poco.


COSAS QUE NO PUEDEN COMPROBARSE

Cuando no hay testimonios o –aún mejor– evidencias de hechos o cosas del pasado, digamos como la cantidad exacta de cabellos en la cabeza de Alejandro Magno o algún dato parecido, podríamos decir que estamos frente a un misterio. Otro misterio podría ser, por ejemplo, qué es lo que está pasando por la mente de alguien, si no desea comunicarlo.

Estas cosas no pueden comprobarse de forma absoluta y a veces ni siquiera un poco. De acuerdo a la definición pueden ser llamados misterios, pero se trata de misterios de naturaleza simple e intrascendente: Independientemente del interés que alguien en específico pueda tener en ellos, es poco el efecto real que pueda esperarse de tal desconocimiento.



“MISTERIOS” PERSONALES

Algunos conceptos matemáticos resultan ser verdaderos “misterios” para algunos. Para otros más, su propio misterio personal serán cosas como la ubicación en un mapa de Azerbaizan, el cómo se hace para que la yema de un huevo duro no se ennegrezca o el mensaje de fondo (si lo tiene) de la película Eraserhead de David Lynch.

Por supuesto. En todos estos casos no se trata de un misterio real en el sentido de que no sea posible comprenderse o explicarse. Calificarlos como misterio es una simple hipérbole para ilustrar el grado de desconocimiento sobre un tema. Para tal caso, siempre se señala que el “misterio” es tal, únicamente para la(s) persona(s) en cuestión.

Por cierto, el que dos o más personas consideren misterio la misma cosa no lo convierte automáticamente en algo “imposible de ser entendido”, esto es, un misterio en el sentido estricto de la palabra. Puede tratarse de un simple caso de ignorancia (y pocas ganas de investigarlo). Esto es algo bueno de tener en mente antes de avergonzarnos a nosotros mismo mediante encontrar “misteriosas” cosas que para otros están muy claras (personas como Jaime Mausán debieran tomarlo todavía más en cuenta antes de hablar).


FALSOS MISTERIOS

Finalmente, tal como decíamos antes, en una de sus acepciones, misterio, se refiere a algo inaccesible a la razón, implicando la idea de algo elevado, algo que supera nuestras capacidades cognoscitivas como especie, y que quizá por lo mismo ejerce cierta fascinación sobre muchos de nosotros, ‘pobres humanos ignorantes’.

No puedo dejar de lado el significativo hecho de que el diccionario a que me refiero cita dos acepciones para misterios que son declarados tales por la religión. Esto despierta mi suspicacia y me hace preguntarme si no es una simple argucia para evitar cuestionamientos sobre algo. Cobijado por esta protección, si el concepto que se califica de misterio es injusto, contradictorio, inconsistente o simplemente falso, no habrá mucho que quede por hacer: “Es un misterio, no puede usted aspirar a comprenderlo. Mejor recurra a la fé”.

Y hasta allí es malo (imagine lo que hubiera significado para el progreso humano el que todos aceptaran la imposibilidad de entender algo: ¡Seguiríamos en la edad media!), pero por lo menos el misterio se limitaba a la religión y a quienes les satisfagan respuestas tipo “no te lo explico porque tu cabecita no lo soportaría” o "las maneras de obrar de Dios son un misterio para el hombre". El problema viene cuando frases como “el misterioso triángulo de las Bermudas”, “la misteriosa cara de Cydonia (en Marte)” o “el misterio del arca de la alianza judía”, pretenden hacer de estos, casos supuestamente elevados e imposibles de comprender (¡?) por cualquier ser humano.

La etiqueta misterio vende bien. Solo vea los títulos donde aparece este término (incluso en las malas traducciones de películas). De pasada, esta etiqueta ayuda a “justificar” la falta de interés por encontrar respuestas válidas y, por supuesto, mantiene siempre vigente cualquier libro sobre temas “misteriosos”.

En realidad, quienes encuentran misteriosos estos asuntos suelen ver inalcanzable el logro de una explicación satisfactoria porque insisten en que ésta incluya argumentos que contradicen todo lo que conocemos; y ante la imposibilidad de probarlas formalmente, o siquiera lograr una teoría coherente, simplemente optan por la solución más directa: declararlas un misterio. Una vez hecho, el concepto en cuestión ya no se expone a los demás para buscarle una justificación lógica, sino para invitar a los que atestiguan esto a detenerse en azorada contemplación y luego concluir de manera torcida que, con todos sus logros, al final 'la ciencia no tiene respuesta para todo'.

Y en esa atmósfera, se permiten ligeras revisiones sin solución final de los llamados “misterios”, que incluyen explicaciones descabelladas e igualmente misteriosas. Si las explicaciones fueran las apropiadas, el asunto correría el gran riesgo de poder probarse falso con facilidad, y con ello perderían su carácter misterioso. ¡Pocas cosas debe haber tan nefastas para la mercadotecnia como un misterio resuelto!

Así que, la definición existe (y así, cualquier significado dado a misterio es aceptable, precisamente ‘por definición’), y es bien aprovechado por las religiones, mediante tomar la precaución de llamar misterio a muchas de las cosas que imponen (la trinidad, las contradicciones, etc.). Pero la pregunta sería, ¿existen de verdad cosas que por sí mismas son imposibles de ser comprendidas? O, ¿pertenecen a esa categoría cosas de las que oímos a diario como: la manera en que funcionan algunas pseudomedicinas o las manifestaciones apócrifas de fenómenos difíciles o imposibles de reproducir? No lo creo. Demasiado conveniente. Quizá las cosas que son misterios estrictos, solamente lo sean por definición y con mucho en contra.

Por todo lo anterior, a partir de hoy no se impresione mucho cuando alguien califique de misterio a algo. Muchas cosas declaradas misterio no lo son en un sentido estricto y la mayoría, con el avance de la ciencia terminarán resolviéndose. No hay razones para creer lo contrario. Si por otro lado, es usted quien encuentra misterioso algo, investigue más. Conozca más.

Pero si usted acepta que cualquier cosa le sea exhibida como misterio, y con ello se resigna a aceptarla sin más, se convierte de inmediato en víctima potencial del engaño y sus consecuencias. De nuevo, ser escéptico es una forma más segura de ir por la vida.´

(Artículo enmendado para mejorar la precisión, gracias a la observación de un buen amigo).

domingo, 13 de diciembre de 2009

Ignorancia por humildad

"Señor, aclárame por qué es malo cuestionar..."


Como usted sabe, mucho de las creencias religiosas está basado en alguna forma de temor. Temor a desafiar, a poner en duda lo que ya está establecido. Cuando se habla específicamente del concepto de Dios, las cosas empeoran: Se supone que el solo dudar de su existencia puede constituir un pecado de alto riesgo.

Dios -siguendo este supuesto-, nos creó a su voluntad. Y resulta que parte de la naturaleza humana es la necesidad de saber, querer llegar al fondo de las cosas. ¿Por qué se supone que le moleste a Dios que indaguemos, que tengamos dudas razonables? ¿No es eso lo mismo que diría alguien que no le conviene que usted indague al respecto? Finalmente, ¿cómo puede un padre ser "todo amor" y enojarse con sus hijos por reaccionar tal como sería de esperarse por su naturaleza?

Y aquí es donde muchos líderes y algunos defensores de hueso duro esgrimen un argumento 'matón' para condenar la búsqueda del conocimiento y la verdad: "Hay que ser humilde." Porque resulta que ‘los grandes conocimientos no están expuestos a todo mundo, solo les son dados a las personas humildes’. Las que no andan poniendo en duda nada (?!).

Eso puede sonar conmovedor, y de pasada, quizá hasta licencie a algunos seudocientíficos de la fastidiosa tarea de ponerse a estudiar ciencia en serio, pero en realidad es una arbitrariedad que asocia libremente una llamada virtud (la humildad), con algo conveniente a la vista de los demás (estar o hacer lo correcto). Así, si usted quiere ser bueno, simplemente sea humilde. No busque explicaciones. Confórmese con lo que le dicen. Si lo que le enseñan como verdad es 'dicho por Dios', ¿qué puede haber más arrogante que cuestionarlo? ¿No le parece eso es eso atinadamente conveniente para el mensajero? Es como decirle a usted que lo consideraré una buena persona si me permite estafarlo.

Pero sorpresivamente, en la mayoría de los creyentes funciona.

¿Sabe usted que por lo menos tres personas citadas en la biblia (de los 'buenos') tuvieron sus dudas y el señor les concedió milagros para que dejaran de dudar? ¡Uno creería que tener a Dios enfrente es ya bastante buena ayuda para creer! Pero así y todo... complacidos. ¡Pero no se pase usted de arrogante! Usted no es Moisés, ni el juez Gedeón ni el apóstol Tomás. ¡El señor no vendrá en persona a aclararle a usted sus arrogantes dudas!

Así que no le queda a usted más si quiere evitarse problemas con dios o sus representantes: Crea, y no jorobe pidiendo pruebas. Y esto, que en la vida diaria se llama simplemente credulidad u otras formas menos gentiles, se eleva al grado de virtud con un nuevo nombre"fe". Y tener fe, resulta ser -comprensiblemente- una de las cualidades más sublimes y bendecibles en un creyente. Pero piénselo con cuidado: Decir que con fé debería bastar, es reconocer que no se cuenta con nada más.

Por otro lado, fuera de la religión, también habrá quien quiera inculcar "humildad" en la forma de aceptar cualquier afirmación poco rigurosa. ¿Recuerda? La ciencia es inmediatamente acusada de arrogante por exigir pruebas. Seudocientíficos que reclaman su 'derecho a tener razón' sin querer someter sus "descubrimientos" al rigor investigativo de la ciencia. "No sea usted arrogante, es cierto que no conozco nada del método científico ni sé cómo distinguir estadísticamente una casualidad de un hecho, pero de alguna forma también puedo descubrir la verdad. La verdad no es monopolizable."

Así que, al menos en cuanto a poseer la verdad, quizá la humildad no sea una cualidad tan deseable después de todo.

Mí consejo es: Dude usted. Dude de las deidades 'cuyos caminos no pueden ser conocidos por el hombre'; dude la veracidad de los mensajes reenviados que le llegan por internet; cuestione lo que le dicen sus líderes (no hablo de anarquía o dudar por deporte: ¡Investigue!); crea mucho menos en los candidatos que juran promover justicia social y no explican exactamente cómo lo harán; exija más de los científicos (o gente que se etiqueta así) y que trabajan solos, obteniendo resultados opuestos a todo lo conocido y que nadie puede reproducir; dude usted de la utilidad de los métodos para lograr un cuerpo de modelo sin dejar dietas equilibradas ni ejercicio... En fin. Deje usted de ser intelectualmente irresponsable.

La gente siempre tenemos motivaciones para mentir, y siendo esto sabido, es más culpable uno por no investigar, que los mismos que intentan engañarle. Ser menos humilde en este sentido y buscar más la verdad pagará más a la larga.

martes, 8 de diciembre de 2009

Redes Sociales




Los filósofos llaman “solipsimo” (raíz latina significando “sólo uno mismo”) a un enigma insalvable de su disciplina. El enigma en cuestión, es el siguiente: no hay forma de demostrar que todo cuanto nos rodea no es sino producto de nuestra imaginación, o más precisamente, es producto de las mentiras divulgadas por nuestros sentidos. Claro, no es probable que sea así, pero el punto es que no se puede demostrar su verdad o falsedad de la misma manera en que en matemáticas se demuestra que sumar tres a dos da cinco. Fueron reflexiones como estas las que llevaron al novelista francés Paul Sastre a escribir “La nausea”, una novela sobre la perplejidad de la conciencia. 

La idea tal vez no sea tan extraña como parece en primer lugar. A veces pienso que es nuestro incansable apetito por las redes sociales una expresión del temor perenne, inconsciente y profundo de que algo de esto sea cierto: estar solos en un mundo sin más compañía que nuestros sentidos y sus mentiras. Guardadas en el reino del ciberespacio, zumbando en servidores probablemente a miles de kilómetros de su domicilio, pululan servicios como Facebook, Flickr, Hi5, MySpace, Twitter, por tan sólo mencionar a algunos. De entre ellos, los hay quienes ya están cambiando el mundo (en Twitter, el movimiento conocido como #internet necesario, tuvo una influencia indiscutible en la reforma fiscal de este año).

Claro, son tan extendidas hoy en día que es poco lo que se pueda contar al lector que éste no conozca. Más interesante, quizás, es que sus desarrolladores ya no encuentran espacio hacia donde migrar. Las redes sociales, dicen, son la culminación de la revolución de Internet, y cualquier cosa que tome su lugar será tan revolucionario como Internet mismo. ¿Qué pudiera ser tal cosa? De nuevo, nadie lo sabe. 

Al menos estas fueron las conclusiones sacadas la semana pasada en una discusión ofrecida en la Business School de la Universidad de Oxford, donde gurüs de la vida en línea intentaron romper el nudo gorgiano. Ningún Alejandro Magno del Valle del Silicio desenvainó su espada. 


“¿En qué parte de la hisotria de las redes sociales nos encontramos?” inquirió Thiel, uno de los inventores de Facebook, en una reflexión a todas vistas retórica cuando contesta: “Cerca del final. Ram Shriram, uno de los fundadores de Google, atajó que desde su punto de vista Facebook acabará tomando el lugar del correo electrónico. Personalmente, todavía lo dudo. 

El término Internet, de hecho, y quién lo inventó, como todas las cosas revolucionarias, no está exento de controversa. Los europeos afirman que fueron ellos quienes comenzaron a usar a su precursor como una forma de comunicación entre los investigadores. Darpa, en los Estados Unidos, celebró el pasado 5 de diciembre los 40 años desde su primera conexión de 4 nodos de computadoras para comunicarse entre sí. Desde ese punto de vista, Internet acaba de alcanzar la mediana edad…y ya posee un futuro incierto. 

Por mi parte, me sigue preocupando más el contenido a comunicar antes que el canal.


El Laboratorio de Medios del MIT está fundado bajo la filosofía de que la tecnología debe hacernos activos, no pasivos: “La idea de que cualquiera puede ser un inventor, o tener una historia qué contar; ceder a la gente la oportunidad de comenzar a pensar en la tecnología no sólo en términos de algo que consumen -como digamos la televisión-, sino más bien algo sobre lo cual construyen”, me dijo alguna vez Walter Bender, entonces director del media lab, sobre su optimista visión del papel de la nueva tecnología (Things to think, las llamaba). 

El enigma es similar al del mito griego de Eresictón. Su hija, la cual respondía al nombre de Metra, podía metamorfosearse en lo que ella deseara. Eresictón decidió entonces que no importaba cuántas veces vendiera a la resignada muchacha al mejor postor, esta siempre podría escapar cambiando su apariencia y regresar junto a su padre… para ser vendida otra vez. Sus motivos podrán parecernos frívolos y egoístas, pero en realidad representaban una ventaja en absoluto menor. Él fue alguna vez rey de Tesalía, y había caído en la desastre por culpa de la diosa Deméter, la cual lo maldijo con uno de aquellos castigos irónicos en los cuales los dioses griegos hallaran tanta complacencia, a saber, estaba condenado a padecer de un hambre crónica sin importar cuánto comiera (a decir verdad, mientras más comiera, tanto mayor sería su apetito). Así perdió su reino y el de su padre –quien se arruinara en la vana tarea de alimentar a su hijo-. Pronto, ni siquiera las interminables ventas de su hija bastaron para mantener su inconmensurable glotonería. Sus problemas finalizaron cuando Eresictón terminó devorándose a sí mismo. Algo inevitable, se podría decir.


Es la historia de cualquier tipo de apetito insaciable. La uso aquí para apuntar nuestro a veces aparentemente absurdo afán por “comunicarnos” con los demás, siempre y cuando nos aseguremos de estar separados de ellos.

José Langarica

martes, 1 de diciembre de 2009

Segundo Coloquio Internacional Cultura Cientifica





II Coloquio Internacional de Cultura Científica

PROGRAMA:
Jueves 3 de diciembre:
10:00 - 10:30 horas / Acto de inauguración.
10:30 – 12:00 / Conferencia: La ciencia en México.
Por: Ruy Pérez Tamayo.
12:00 – 12:30 / Receso.
12:30 – 14:00 / Panel y conversación: “400 años de mirar el cielo”. Aniversario de la primera observación astronómica con un telescopio, por Galileo Galilei. Participan: Silvia Torres-Peimbert, Alberto G. Rojo y Marcelo Knobel.
14:00 – 17:00 / Receso.
17:00 – 18:30 / Conversación con Diego Golombek.
18:30 – 19:00 / Receso.
19:00 – 20:30 / Musas y matraces: ciencia, música, poesía y teatro.
Participan: Alberto G. Rojo, Carlos López Beltrán y Sergio de Régules.
Viernes 4 de diciembre:
17:00 – 18:30 / Panel y conversación: “¿Hacia dónde nos lleva la evolución?”, en el Bicentenario de Charles Darwin y a 150 años de la publicación de El origen de las especies. Participan: Rosaura Ruiz, Diego Golombek y Carlos López Beltrán.
18:30 – 20:30 / Panel de celebración de la colección de libros Ciencia que ladra... y homenaje a Diego Golombek: “Cocineros, rock and roll y matemáticas... ¿de verdad la ciencia no muerde?”. Participan: Diego Golombek, Alberto G. Rojo, Marcelo Knobel y Sergio de Régules.
20:30 – 21:00 / Clausura.