martes, 9 de febrero de 2010

Gases, líquidos y Presión

 
La Tierra: dos terceras partes de su superficie son agua

Tomamos a los líquidos más o menos por sentado. De cuando en cuando pensamos en sus únicas propiedades: las olas en el mar, por ejemplo, o la manera en que podemos colorear un contenedor tan sólo poniendo un líquido en él, pero nuestro asombro a penas y atraviesa este umbral. La realidad es que los líquidos se encuentran entre las substancias más raras del universo y buena parte de la astronomía mundial se ocupa en su búsqueda en otro lugar que no sea la Tierra. Esto es cierto de los líquidos en general, pero especialmente cierto para un líquido particular: el agua.

El agua líquida requiere de circunstancias más bien raras para existir. Solo puede ser encontrada a temperaturas fluctuando entre los 0 y los 100 grados centígrados y en atmósferas tan densas como la de la tierra, la cual es aproximadamente de 100 kilopascales. En mundos con diferentes presiones sería posible congelar el agua a temperaturas superiores a los 0 grados centígrados, o hacerla hervir debajo de los 100 grados. Con pequeñas variaciones esto incluso sucede en la tierra, en la medida que la presión de la atmósfera varía dependiendo qué tan cerca o lejos se encuentre uno del nivel del mar. Pero lo cierto es que planetas con la dosis exacta de presión atmosférica y temperatura creando agua líquida son raros en el cosmos. Hasta este momento no ha sido posible encontrar ninguno.
El objetivo de las misiones Kepler y Phoenix está íntimamente relacionada con la búsqueda de agua: en el caso de Kepler es encontrar planetas capaces de mantener agua en la atmósfera, mientras que para Phoenix, es la localización de agua congelada en Marte.

Lo cierto es que, como dirían los hippies, el agua “fluye”: no es tan rígida como los sólidos, ni superficial como los gases. ¿Por qué? 

Elementos y vacío

Los átomos son los constituyentes fundamentales de los elementos químicos. Los átomos, a su vez, se sujetan en estructuras llamadas moléculas. En el caso de los sólidos, las moléculas poseen una estructura firme como una pared de ladrillos; para los gases, las moléculas son pequeñas y se detienen muy sutilmente unas con otras. En los líquidos, las moléculas se organizan en estructuras lo suficientemente libres para que resbalen unas sobre las otras, como niños tomados de la mano en grupos y paseando unos con otros.

¿Cuál es el mecanismo condicionando la conversión de un estado a otro? Fundamentalmente dos: la presión y la temperatura. Aquí estudiaremos al primer protagonista, la presión.

Los griegos fueron los primeros en tratar de entender a las substancias mediante una explicación racional, y aunque sus razonamientos son un tanto extraños para nosotros, el que intentaran comprender su entorno en lugar de dado por sentado, u cederlo al misterioso mundo de los dioses, fue ya un progreso muy significativo. Así, decían que el mundo se componía de cuatro elementos: aire, agua, tierra y fuego. Ninguno de ellos es un elemento tal y como aparecen en la actualidad en la tabla periódica. El aire es un gas, el agua una substancia líquida, la tierra un compuesto de substancias tan diferentes como es posible imaginar, y el fuego un estado de la materia conocido como “plasma”. Esta clase de especulaciones invadieron el terreno de lo que hoy conocemos como presión. 

Consideremos la bomba de agua. Mediante un pistón se aprieta un contenedor desembocando a un depósito de agua, sacando el aire creando un vacío. Pero el filósofo griego Aristóteles decía que la naturaleza “odiaba al vacío” (el horror vacui de los latinos, el miedo a «la nada»), y que merced de esta fobia lo llenaba de lo que tenía a la mano, en este caso agua. Para Aristóteles el universo era como si pensara, sintiera, tuviera filias o fobias.

Galileo, como era su especialidad, cuestionó las enseñanzas de Aristóteles. Ya lo había hecho anteriormente cuando señaló –con razón- que una pluma y una roca caerían al mismo tiempo en el vacío. Sin embargo, murió antes de poder realizar un experimento demostrando o no las suposiciones de Aristóteles, dos mil años antes.
 
Evangelista Torricelli

El barómetro

Su estudiante, Evangelista Torricelli, terminó lo que su maestro no pudo en el año de 1644. Escogieron el mercurio (que es treinta y una veces y media más denso que el agua), del que llenaron un tubo de vidrio, de 1 m de longitud aproximadamente, y, cerrando el extremo abierto, introdujeron el tubo en una cubeta con mercurio y quitaron el tapón. El mercurio empezó a salir del tubo y a llenar la cubeta; pero cuando su nivel hubo descendido hasta 726 mm sobre el nivel de la cubeta, el metal dejó de salir del tubo y permaneció a dicho nivel. Es decir, ¡la naturaleza no había llenado el vacío! Casi una tercera parte del tubo se había quedado sin aire sin que el mercurio recurriera a su llenado.
Diferentes tipos de barómetros

Pero había más. El mercurio tampoco subía siempre a la misma altura. En 1660 el científico inglés Robert Hooke observó cómo su nivel disminuía poco antes de una tormenta. Este fue un elemento crucial en una ciencia naciente: la meteorología. A la invención de Torricelli y otro alumno de Galileo, Viviani, se le dio el nombre de barómetro, y Viviani fue el primero en sugerir que el mercurio era sostenido por el peso de la atmósfera: cuánto mayor fuera el peso de la atmósfera, tanto más bajaría el mercurio. A más ligera, mayor sería su nivel de ascenso.

Descripción física de Presión

En física, la presión se establece como la fuerza divida entre el área sobre la cual actúa.

Presión = Fuerza/área

De modo que hay dos formas de aumentar la presión: incrementando la fuerza, o bien disminuyendo el área.

Para visualizar esto se pide experimentar la presión que se efectúa manteniendo un cuaderno con hojas tamaño carta en nuestra mano: Si lo recostamos de forma tal que la “cara” del cuaderno descanse en nuestra mano, sentiremos una presión muy diferente a si lo levantamos y dejamos que sea la parte de las hojas la que toque la piel.

Mediante la segunda ley de Newton se establece que la fuerza es resultado de multiplicar la masa por la aceleración (F=ma), en este caso la masa es la fuerza del cuaderno multiplicada por la aceleración de la gravedad, que es aproximadamente de 9.9 m/s2. Esa fuerza, es el peso del cuaderno, y evidentemente no cambia si lo tengo de una forma u otra. Lo que si cambia es la superficie del cuaderno, y por lo tanto el área donde se aplica la fuerza. A eso se le conoce como presión. Recordémoslo: la presión es una fuerza en un área, o en términos matemáticos la fuerza dividida entre el área. Si queremos aumentar la presión sin cambiar la fuerza, lo que queda a hacer es disminuir el área.

En futuros artículos hablaremos de una cualidad fundamental de los líquidos: el principio de Arquímedes.

sábado, 6 de febrero de 2010

Malos argumentos y fallas de lógica (parte III)

lo siento Homero, pero no has probado tu punto...


Sigo y finalizo por ahora con la serie de ejemplos de argumentos típicos que resultan no ser muy buenos. Espero que haya encontrado alguno que le sea familiar y lo recuerde cuando alguien intente convencerlos de algo sin esforzarse mucho.



"Un día te va a pasar algo que te haga cambiar de opinión"

Lo primero que da a pensar un comentario así es que alguien está demasiado ansioso de vernos admitir nuestro supuesto error. Y eso pudiera ocurrir: algo podría pasarnos y con ello, sí que pudiéramos cambiar de opinión.

Pero a menos que lo acontecido sea precisamente una prueba razonable de lo contrario, ¿Qué tanto aporta ese cambio de opinión a la realidad de las cosas?

Piense. Muchas formas de pensar que tenemos no han resultado de una reflexión analítica. Son simplemente una cuestión de circunstancias y, por supuesto, un cambio de estas circunstancias pudiera llevarnos a un cambio de opinión.

El punto es: ¿Implica este cambio de opinión que la nueva forma de pensar es la correcta y que la anterior era equivocada?

No necesariamente.

Si usted es un ateo militante y mañana se ve envuelto en una tragedia que parece demasiado grande de soportar, quizá usted en su desesperación cambie de opinión y comience a rezar con fervor buscando algún consuelo. Pero si Dios no existía ayer, no comenzará a hacerlo hoy porque usted haya cambiado de opinión. Ni siquiera si ese cambio de opinión le proporciona a usted consuelo y usted se arrepiente de su forma de pensar pasada. Y exactamente lo mismo aplicaría en el caso opuesto.
De hecho, sin ser una regla es perfectamente posible que alguien cambie su forma de pensar basada en realidades por otra basada en supuesto, mayorías o conveniencia pura.
La opinión puede estar basada en la realidad, pero la realidad no depende de la opinión.


La voz del pueblo...

Sin necesidad de sacar cuentas, si algo tiene un buen nivel de popularidad parecerá defendible por si mismo (piense en la frase clásica de muchos comerciales: "x miles de personas no pueden estar equivocadas").

Las razones de la publicidad son simples: vender, el producto puede ser bueno o no. De hecho, es sabido que al menos a corto plazo, se venda más un mal producto bien anunciado que un buen producto con mala publicidad. Así que mi punto es que no hay que confundir lo que por algún motivo se vende más con lo que es bueno, o dicho de otra forma, la razón no es democrática (al menos no por fuerza).

Por lo anterior, cuando alguien le diga que piense como la mayoría, deténgase a pensar primero si efectivamente es la mayoría la que cree eso, si fuera así, concédale luego la importancia que requiere (no le aconsejaría intentar razonar con una turba enfurecida, por ejemplo), pero no concluya erróneamente que por ser una cuestión de mayoría, automáticamente esto la hace cierta. Y no hablo mal de la democracia, simplemente digo que con ella lo que garantizamos (en caso de que sea real) al menos quedará lo que la mayoría quiso, aunque no forzosamente sea lo más juicioso. Y no le hablo de teoría, le hablo de una triste realidad que comprobamos con frecuencia en la vida diaria. La verdad es que cualquier número de personas SI que puede estar equivocada.

"Yo no creo en coincidencias"

Esta frase suele venir de personas que petulantemente intentan establecer su propia seriedad respecto a algunos asuntos. Personas que se consideran más allá del engaño y que están seguras de que saben reconocer algo cuando lo ven.

Sin embargo, existe un problema: Las coincidencias ocurren, y esto es un hecho matemático.

Pero es probable que la persona no lo ignore, simplemente exagera un poco al intentar decir que no se deja convencer fácilmente. Lo cual nos parece muy bien de su parte. Pero es fácil malinterpretar las cosas cuando quisiéramos verlas de modo diferente y con frecuencia, la gente desdeña los números y se deja llevar por la impresión.

Y así ocurre que sacan malas conclusiones o pretenden que los demás las saquemos: "¿Qué posibilidad tenía usted de existir? Pues resulta que la posibilidad es tan baja que sin duda usted está aquí por algún propósito." O, si alguien gana la lotería dirán: "¿Qué posibilidades tenía de ganar? Seguramente estaba arreglado." El problema de los dos ejemplos anteriores es que si no hubiera sido de la forma en que fue hubiera sido de otra y ya, pero ellos volverían a decir exactamente lo mismo.

Un argumento así vale la pena de examinar matemáticamente, pero no por sonar serio se convierte en válido.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Malos argumentos y fallas de lógica (parte II)

Hay de argumentos a argumentos...


He aquí más bobadas que suelen pasar por argumentos...

“Lo dijo Einstein”

A pesar de la admiración que muchos profesemos a Einstein, mantendremos la sensatez a tono si nos aseguramos de respetar su conocimiento exclusivamente en los campos en los que él era una experto (cosas como la física de fenómenos a velocidades cercanas a la de la luz). Sin duda hay más de una cosa en la que Einstein no era especialmente genial.

No hay expertos absolutos aunque haya gente muy inteligente. Por ello, si le dicen que algo con lo que usted no está muy de acuerdo fue apoyado por alguna celebridad, no está de más verificar si el desacuerdo no ocurrió en algo en lo que el famoso no era un experto. No se alarme tan pronto.

De todas formas, tenga en mente que gran parte de las veces, a las celebridades se les atribuyen opiniones o frases que en realidad no dijeron o que han sido sacadas de contexto. Así que, nuevamente, investigar es la mejor opción antes de pensar que tenemos un excelente argumento en las manos (o de que alguien nos lo quiera aplicar indebidamente).


“¡Así es como pensaba Hitler!”

Caso opuesto al anterior. No es muy tranquilizador que le asocien a uno con este señor de tan mala reputación, pero ya que tuvo tanta influencia sobre tanta gente, yo pensaría que quizá en temas como la retórica pudiéramos aceptarle uno o dos consejos.

Lo que intento decir es que hasta gente con la peor reputación puede tener ideas dignas de ser analizadas a fondo. Rechazar algo sobre la única base de que era parte de las ideas de una persona indeseable parece justificado (la asociación puede ser demasiado fuerte), pero no es válido. Y si lo piensa mejor, quizá encuentre que también es algo prejuicioso con la persona criticada.


“Si no estás conmigo estás contra mí”

Si usted ha empleado esta dramática frase, probablemente ignore que al hacerlo se ha puesto un tanto bíblico.

Quizá alguien con la autoridad del dios judeocristiano pudiera emitir un juicio tan tremendista sin equivocarse, pero nadie en la vida real podemos darnos ese lujo. Pero por lo general, este tipo de comentario no es una apreciación limitada de las cosas, sino otro gran intento de manipulación.

Esta es una falacia lógica conocida como “falsa dicotomía” y hace referencia a que alguien nos pone en una situación que supuestamente tiene solo dos salidas posibles: Una es -por supuesto- la que favorece al que la emite, y la otra resulta ser tan mala que nadie la escogería. Saque usted sus propias cuentas.

Pero como puede imaginarse, las cosas no son así en realidad. Hay grandes probabilidades de que la situación tenga muchas otras salidas (o explicaciones). Si yo le digo a usted que ‘si no me apoya es que me odia’, estoy implicando cosas gratuitamente. Puede ser que simplemente a usted el asunto no le importe en absoluto (hay una gran distancia entre odio e indiferencia), o quizá no está de acuerdo conmigo (pero no me odia) o quizá está totalmente de acuerdo conmigo (pero no le es posible apoyarme). Así que este "argumento" es pura y simple manipulación.

Un buen ejemplo de la efectividad de este tipo de falacia: Hasta unos años atrás, muchas mujeres vírgenes ingenuas eran coaccionadas a convertirse en señoras con un “si no te acuestas conmigo es que no me quieres” (claro que, sospecho que la coacción no era la única causa a veces).

Por cierto, 'si usted no está de acuerdo conmigo en esto es porque odia los razonamientos claros'.


“¡Tengo derecho a mi propia opinión!”

La explicación de este mal argumento me gustó mucho desde la primera vez que lo revisé (repito: Léalo directamente en CRIMES AGAINST LOGIC, de Jamie Whyte), porque su uso es tan frecuente que muchos lo dan como un cierre aceptable para una discusión.

Y es que no hay nada malo con la frase. En un sentido estricto, nadie puede quitarme mi derecho a creer que las vacas vuelan si eso decido creer, pero precisamente el problema es que los derechos no tienen nada que ver con el punto.

Me explico: Si usted cree una cosa y yo creo lo contrario, nuestra conversación sobre ese tema no será una simple exposición de opiniones opuestas. Piénselo bien. Uno explica en qué se basa para pensar de esa manera, y con ello, explica por qué cree que el otro está equivocado. Si de pronto uno de los dos se molesta y dice que 'tiene a derecho a su propia opinión', está dando un giro extraño a la discusión porque nadie intentó quitarle ningún derecho (a menos que usted esté apelando a su derecho de que nadie intente sacarlo de su error).

La gente dice "tengo derecho a mi propia opinión" con aire de dignidad ofendida cuando en medio de una discusión se queda sin argumentos válidos qué esgrimir. Así que este comentario resulta ser una simple salida ilógica a la discusión: Jamás se debatió su derecho a creer cosas indefendibles. Se trataba de presentar bases válidas para su punto de vista y evidentemente se quedó sin ellas.

Pero fíjese: Cuando usted y yo fracasamos en ponernos de acuerdo entre dos opiniones opuestas, inevitablemente alguien tiene que estar equivocado porque dos cosas opuestas no pueden ser ambas ciertas a la vez. Es imposible, por tanto, que ambos tengan la razón y en este punto sería bueno preguntarse: ¿Qué significa entonces "tener derecho a su propia opinión"? Si existe tal derecho, de poco le servirá al que esté equivocado. La cuestión de derechos nada tiene que hacer en una discusión sincera y que busca encontrar la verdad en lugar de que alguien se salga con la suya.

Este seudoargumento funciona porque las cuestiones de derechos parecen siempre intocables. ¡Qué efectivo puede resultar si a media discusión de pronto yo le acuso de querer violar mis derechos en lugar de darle un argumento lógico válido!


“Es una cuestión de fe”

Este supuesto argumento es tan pobre que no le dice absolutamente nada a alguien que utiliza su sentido crítico a pleno, pero aún funciona en algunas personas.

¿Cómo se da? Pues usted pregunta por qué se supone que las cosas son de cierta manera, recibe varias explicaciones y cuando llega a algo que le costará trabajo creer, entonces le dicen “es una cuestión de fé”. Esto simplemente equivale a: “No tengo otra explicación convincente que darte, pero si quieres que tenga una buena opinión de tí, confórmate con eso.”

Y repentinamente, aceptar algo sin más ni más pasa de ser una absoluta imprudencia a una total virtud. Si usted pide pruebas es arrogante. Si acepta lo que le digan sin discutir entonces es una persona humilde y merecedora.

Cuando alguien termina una explicación diciéndole que es una 'cuestión de fe'. Usted ya sabe que no podrá llegar más lejos. En realidad, pedir fé no es ofrecer un argumento sino admitir públicamente que no se tiene ninguno.


“Es un misterio”

(Puede leer más de esto en una entrada previa). Decir que algo es un misterio para cerrar una discusión de manera mística es otra forma de admitir que no se cuenta con nada más sustancial. Equivale a decir: “es contradictorio, es raro, es absurdo, pero así es por motivos imposibles de conocer y no existen opciones”.

Es inevitable considerar la posibilidad de que se trate de un mal enfoque o de la falta de imaginación (o conocimientos) para explicar algo. Pero si yo le digo a usted algo como: “Metí cuatro pelotas en esta caja y al abrirla salieron solo tres por razones misteriosas” me estoy cerrando el mundo y pretendo que a usted se le cierre también. Existe muchas posibilidades, algunas demasiado sencillas, respecto al por qué no hay cuatro pelotas. No hay tal misterio, sino incapacidad de explicar o ganas de engañar. El único misterio es cómo alguien puede conformarse con una explicación tan lastimera.


(sigue... probablemente)

Violencia

Impactado ante los recientes hechos de violencia en ciudad Juárez y Torreón, pedí a mi amigo Gerardo Martínez nos explique un poco sobre este hecho a la luz de -como lo dijera Einstein- lo más precioso que tenemos: la ciencia. Él tuvo la gentileza de enviarme un texto suyo que ya había sido publicado con anterioridad, pero que ahora lo presentamos aquí. Gracias a Gerardo por su fascinante artículo. 



LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de Neurociencias
Universidad de Guadalajara

Anatomía de la agresión

Algo que me sorprende mucho de los noticieros es la cantidad de tiempo y espacio que dedican a la llamada nota roja; en mi opinión esto puede ser porque o estamos morbosamente interesados en ese tipo de información o bien es porque se suscitan muchos hechos de sangre. 

Si somos una sociedad violenta entonces cabe hacer la pregunta sobre cuál es su origen; de entrada debo de decir que no existe una única respuesta a este problema, por lo cual nos vamos a concentrar en una sola respuesta: el de la psicobiología. 

En 1972 un equipo internacional de psicólogos inició uno de los más grandes estudios longitudinales (es decir que se realizan a lo largo de muchos años) jamás realizados; a este estudio se le conoce como el “estudio multidisciplinario Dunedin sobre salud y desarrollo” el cual ha realizado el seguimiento de mil personas nacidas en Nueva Zelanda, en la ciudad de Dunedin, a lo largo de 34 años.
Terrie E. Moffitt del Colegio Real de Londres, es uno de los investigadores que ha estado al cargo de este estudio examinando, entre otras cosas, la conducta antisocial ligada a la violencia física; él ha dividido a estos sujetos dentro de dos categorías: aquellos que están entre los 13 y los 15 años y cuyos actos delincuentes paran casi inmediatamente y aquellos cuyos actos violentos se pueden rastrear desde la infancia y que continúan hasta la edad adulta. 

Una de las primeras cosas que llama la atención de este segundo grupo es que la gran mayoría de ellos son hombres; de aquí se ha propuesto que uno de los mayores factores de riesgo es ser hombre; por ejemplo, según datos del FBI, el 90.1 % de los arrestados por asesinatos violentos son hombres y sus acciones dan cuenta del 82.1 % del total de arrestos ligados a crímenes violentos. 

Esto no quiere decir que las mujeres no sean violentas, sino que la forma en que la expresan es de manera encubierta, indirecta; en parte esto se debe que hacer agresiones indirectas requiere de más inteligencia social, cosa que las mujeres aprenden mejor y más rápido que los hombres. 

En cambio los hombres tienen deficiencias en el aprendizaje de reglas sociales, poca capacidad de empatía e impulsividad. Pero lo peor del caso es que ni siquiera saben porque hacen lo que hacen; Ernest S. Barratt de la Universidad de Texas, entrevistó a prisioneros en 1999 y les preguntó por qué hacían una y otra vez actos criminales; y la mayoría respondió que no lo sabía y además creían que no eran capaces de controlar sus impulsos por lo que aseguraban que iban a volver a delinquir. 

La investigación realizada por el lado de las neurociencias ha señalado que la conducta violenta puede tener su origen en ciertas regiones cerebrales que están ligadas al control de las emociones; específicamente se propone a la corteza prefrontal ya que esta área tiene que ver con la toma de decisiones y la inhibición; la idea central es que existen áreas cerebrales en donde nace la agresión y el miedo (específicamente se habla de la amígdala y el hipotálamo, dos estructuras que conforman el sistema límbico) y que cualquier defecto en la capacidad de inhibición de la corteza prefrontal sobre estos impulsos va a causar una inmoderada reacción emocional y por ello la conducta violenta. 

La evidencia que apoya esta hipótesis proviene de diversos estudios; Jordan Grafman, del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos, ha descubierto que en los veteranos de la guerra de Vietnam que tienen lesiones en los frontales tienden a ser más agresivos, desinhibidos, impulsivos y con conductas inapropiadas; Antonio R. Damasio, del Colegio de Medicina de Iowa, en los Estados Unidos, documentó el caso de un niño al que se le removió un tumor del frontal derecho cuando tenía 3 meses de edad y que a los 9 años era retraído, aislado, sin motivación para la escuela y agresivo, a pesar de que vivía en un hogar con padres cariñosos. 

El mismo Damasio describe otro caso en que un niño de 15 meses sufrió daño en los frontales por un accidente de carro; conforme pasó el tiempo se volvió todo un problema dado que peleaba a todo el mundo (incluyendo a los padres y los maestros), no seguía reglas y robaba; al igual que el anterior caso, el problema no podía provenir de la familia, ya que tenía varios hermanos y todos ellos eran normales. 

Evidencia adicional proviene de los estudios realizados por Adrian Raine de la Universidad del Sur de California, que estudio a convictos usando la tomografía por emisión de positrones para medir los niveles de actividad metabólica de los asesinos en las regiones frontales; lo que encontró es que solo existen diferencias entre aquellos asesinos que realizaron su acto criminal por impulso, no en aquellos que los planearon y lo realizaron a sangre fría. 

El mismo Raine estudio con otra técnica de visualización del cerebro a estos asesinos que habían planeado su crimen; lo que encontró es que el volumen de materia gris del área prefrontal era 22.3 % menor comparado con sujetos normales. 

Otras investigaciones han descubierto asimetrías en el funcionamiento del cerebro y se especula que ello causa una inhabilidad del hipocampo y de la amígdala para trabajar juntos y por ello la información emocional no es procesada correctamente. 

Otras líneas de investigación se centran no en áreas cerebrales, sino en las sustancias químicas con las que trabaja el cerebro; hay dos candidatos principales: la serotonina (la cual normalmente tiene funciones inhibidoras y de reducción del miedo) y la testosterona (específicamente en los hombres). 

En apoyo a esta última hipótesis James Dabbs, de la Universidad del Estado de Georgia, ha conducido varios estudios en los que demuestra que la conducta violenta está ligada a altos niveles de testosterona, proviniendo esta diferencia ya sea por factores genéticos o ambientales (personas que fueron abusadas en su infancia tienen siempre menos serotonina). 

Todos estos datos nos dan una idea de cuáles pueden ser las raíces biológicas de la violencia, pero debemos de recordar que este es un fenómeno multifactorial en el que influyen el abuso en la infancia, cuidados parentales inadecuados, el que haya padres criminales y la pobreza. 

Quedan muchas preguntas todavía sin contestar como por ejemplo, ¿Por qué no todos los que han sufrido una infancia terrible terminan siendo criminales? Y ¿Cuál es nivel de responsabilidad que tienen los criminales?; pero sobre todo ¿se pueden identificar a los potenciales criminales y se puede intervenir antes de que sean ya unos malhechores?; en esto se centraran las futuras investigaciones.