sábado, 6 de febrero de 2010

Malos argumentos y fallas de lógica (parte III)

lo siento Homero, pero no has probado tu punto...


Sigo y finalizo por ahora con la serie de ejemplos de argumentos típicos que resultan no ser muy buenos. Espero que haya encontrado alguno que le sea familiar y lo recuerde cuando alguien intente convencerlos de algo sin esforzarse mucho.



"Un día te va a pasar algo que te haga cambiar de opinión"

Lo primero que da a pensar un comentario así es que alguien está demasiado ansioso de vernos admitir nuestro supuesto error. Y eso pudiera ocurrir: algo podría pasarnos y con ello, sí que pudiéramos cambiar de opinión.

Pero a menos que lo acontecido sea precisamente una prueba razonable de lo contrario, ¿Qué tanto aporta ese cambio de opinión a la realidad de las cosas?

Piense. Muchas formas de pensar que tenemos no han resultado de una reflexión analítica. Son simplemente una cuestión de circunstancias y, por supuesto, un cambio de estas circunstancias pudiera llevarnos a un cambio de opinión.

El punto es: ¿Implica este cambio de opinión que la nueva forma de pensar es la correcta y que la anterior era equivocada?

No necesariamente.

Si usted es un ateo militante y mañana se ve envuelto en una tragedia que parece demasiado grande de soportar, quizá usted en su desesperación cambie de opinión y comience a rezar con fervor buscando algún consuelo. Pero si Dios no existía ayer, no comenzará a hacerlo hoy porque usted haya cambiado de opinión. Ni siquiera si ese cambio de opinión le proporciona a usted consuelo y usted se arrepiente de su forma de pensar pasada. Y exactamente lo mismo aplicaría en el caso opuesto.
De hecho, sin ser una regla es perfectamente posible que alguien cambie su forma de pensar basada en realidades por otra basada en supuesto, mayorías o conveniencia pura.
La opinión puede estar basada en la realidad, pero la realidad no depende de la opinión.


La voz del pueblo...

Sin necesidad de sacar cuentas, si algo tiene un buen nivel de popularidad parecerá defendible por si mismo (piense en la frase clásica de muchos comerciales: "x miles de personas no pueden estar equivocadas").

Las razones de la publicidad son simples: vender, el producto puede ser bueno o no. De hecho, es sabido que al menos a corto plazo, se venda más un mal producto bien anunciado que un buen producto con mala publicidad. Así que mi punto es que no hay que confundir lo que por algún motivo se vende más con lo que es bueno, o dicho de otra forma, la razón no es democrática (al menos no por fuerza).

Por lo anterior, cuando alguien le diga que piense como la mayoría, deténgase a pensar primero si efectivamente es la mayoría la que cree eso, si fuera así, concédale luego la importancia que requiere (no le aconsejaría intentar razonar con una turba enfurecida, por ejemplo), pero no concluya erróneamente que por ser una cuestión de mayoría, automáticamente esto la hace cierta. Y no hablo mal de la democracia, simplemente digo que con ella lo que garantizamos (en caso de que sea real) al menos quedará lo que la mayoría quiso, aunque no forzosamente sea lo más juicioso. Y no le hablo de teoría, le hablo de una triste realidad que comprobamos con frecuencia en la vida diaria. La verdad es que cualquier número de personas SI que puede estar equivocada.

"Yo no creo en coincidencias"

Esta frase suele venir de personas que petulantemente intentan establecer su propia seriedad respecto a algunos asuntos. Personas que se consideran más allá del engaño y que están seguras de que saben reconocer algo cuando lo ven.

Sin embargo, existe un problema: Las coincidencias ocurren, y esto es un hecho matemático.

Pero es probable que la persona no lo ignore, simplemente exagera un poco al intentar decir que no se deja convencer fácilmente. Lo cual nos parece muy bien de su parte. Pero es fácil malinterpretar las cosas cuando quisiéramos verlas de modo diferente y con frecuencia, la gente desdeña los números y se deja llevar por la impresión.

Y así ocurre que sacan malas conclusiones o pretenden que los demás las saquemos: "¿Qué posibilidad tenía usted de existir? Pues resulta que la posibilidad es tan baja que sin duda usted está aquí por algún propósito." O, si alguien gana la lotería dirán: "¿Qué posibilidades tenía de ganar? Seguramente estaba arreglado." El problema de los dos ejemplos anteriores es que si no hubiera sido de la forma en que fue hubiera sido de otra y ya, pero ellos volverían a decir exactamente lo mismo.

Un argumento así vale la pena de examinar matemáticamente, pero no por sonar serio se convierte en válido.

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