miércoles, 3 de febrero de 2010

Malos argumentos y fallas de lógica (parte II)

Hay de argumentos a argumentos...


He aquí más bobadas que suelen pasar por argumentos...

“Lo dijo Einstein”

A pesar de la admiración que muchos profesemos a Einstein, mantendremos la sensatez a tono si nos aseguramos de respetar su conocimiento exclusivamente en los campos en los que él era una experto (cosas como la física de fenómenos a velocidades cercanas a la de la luz). Sin duda hay más de una cosa en la que Einstein no era especialmente genial.

No hay expertos absolutos aunque haya gente muy inteligente. Por ello, si le dicen que algo con lo que usted no está muy de acuerdo fue apoyado por alguna celebridad, no está de más verificar si el desacuerdo no ocurrió en algo en lo que el famoso no era un experto. No se alarme tan pronto.

De todas formas, tenga en mente que gran parte de las veces, a las celebridades se les atribuyen opiniones o frases que en realidad no dijeron o que han sido sacadas de contexto. Así que, nuevamente, investigar es la mejor opción antes de pensar que tenemos un excelente argumento en las manos (o de que alguien nos lo quiera aplicar indebidamente).


“¡Así es como pensaba Hitler!”

Caso opuesto al anterior. No es muy tranquilizador que le asocien a uno con este señor de tan mala reputación, pero ya que tuvo tanta influencia sobre tanta gente, yo pensaría que quizá en temas como la retórica pudiéramos aceptarle uno o dos consejos.

Lo que intento decir es que hasta gente con la peor reputación puede tener ideas dignas de ser analizadas a fondo. Rechazar algo sobre la única base de que era parte de las ideas de una persona indeseable parece justificado (la asociación puede ser demasiado fuerte), pero no es válido. Y si lo piensa mejor, quizá encuentre que también es algo prejuicioso con la persona criticada.


“Si no estás conmigo estás contra mí”

Si usted ha empleado esta dramática frase, probablemente ignore que al hacerlo se ha puesto un tanto bíblico.

Quizá alguien con la autoridad del dios judeocristiano pudiera emitir un juicio tan tremendista sin equivocarse, pero nadie en la vida real podemos darnos ese lujo. Pero por lo general, este tipo de comentario no es una apreciación limitada de las cosas, sino otro gran intento de manipulación.

Esta es una falacia lógica conocida como “falsa dicotomía” y hace referencia a que alguien nos pone en una situación que supuestamente tiene solo dos salidas posibles: Una es -por supuesto- la que favorece al que la emite, y la otra resulta ser tan mala que nadie la escogería. Saque usted sus propias cuentas.

Pero como puede imaginarse, las cosas no son así en realidad. Hay grandes probabilidades de que la situación tenga muchas otras salidas (o explicaciones). Si yo le digo a usted que ‘si no me apoya es que me odia’, estoy implicando cosas gratuitamente. Puede ser que simplemente a usted el asunto no le importe en absoluto (hay una gran distancia entre odio e indiferencia), o quizá no está de acuerdo conmigo (pero no me odia) o quizá está totalmente de acuerdo conmigo (pero no le es posible apoyarme). Así que este "argumento" es pura y simple manipulación.

Un buen ejemplo de la efectividad de este tipo de falacia: Hasta unos años atrás, muchas mujeres vírgenes ingenuas eran coaccionadas a convertirse en señoras con un “si no te acuestas conmigo es que no me quieres” (claro que, sospecho que la coacción no era la única causa a veces).

Por cierto, 'si usted no está de acuerdo conmigo en esto es porque odia los razonamientos claros'.


“¡Tengo derecho a mi propia opinión!”

La explicación de este mal argumento me gustó mucho desde la primera vez que lo revisé (repito: Léalo directamente en CRIMES AGAINST LOGIC, de Jamie Whyte), porque su uso es tan frecuente que muchos lo dan como un cierre aceptable para una discusión.

Y es que no hay nada malo con la frase. En un sentido estricto, nadie puede quitarme mi derecho a creer que las vacas vuelan si eso decido creer, pero precisamente el problema es que los derechos no tienen nada que ver con el punto.

Me explico: Si usted cree una cosa y yo creo lo contrario, nuestra conversación sobre ese tema no será una simple exposición de opiniones opuestas. Piénselo bien. Uno explica en qué se basa para pensar de esa manera, y con ello, explica por qué cree que el otro está equivocado. Si de pronto uno de los dos se molesta y dice que 'tiene a derecho a su propia opinión', está dando un giro extraño a la discusión porque nadie intentó quitarle ningún derecho (a menos que usted esté apelando a su derecho de que nadie intente sacarlo de su error).

La gente dice "tengo derecho a mi propia opinión" con aire de dignidad ofendida cuando en medio de una discusión se queda sin argumentos válidos qué esgrimir. Así que este comentario resulta ser una simple salida ilógica a la discusión: Jamás se debatió su derecho a creer cosas indefendibles. Se trataba de presentar bases válidas para su punto de vista y evidentemente se quedó sin ellas.

Pero fíjese: Cuando usted y yo fracasamos en ponernos de acuerdo entre dos opiniones opuestas, inevitablemente alguien tiene que estar equivocado porque dos cosas opuestas no pueden ser ambas ciertas a la vez. Es imposible, por tanto, que ambos tengan la razón y en este punto sería bueno preguntarse: ¿Qué significa entonces "tener derecho a su propia opinión"? Si existe tal derecho, de poco le servirá al que esté equivocado. La cuestión de derechos nada tiene que hacer en una discusión sincera y que busca encontrar la verdad en lugar de que alguien se salga con la suya.

Este seudoargumento funciona porque las cuestiones de derechos parecen siempre intocables. ¡Qué efectivo puede resultar si a media discusión de pronto yo le acuso de querer violar mis derechos en lugar de darle un argumento lógico válido!


“Es una cuestión de fe”

Este supuesto argumento es tan pobre que no le dice absolutamente nada a alguien que utiliza su sentido crítico a pleno, pero aún funciona en algunas personas.

¿Cómo se da? Pues usted pregunta por qué se supone que las cosas son de cierta manera, recibe varias explicaciones y cuando llega a algo que le costará trabajo creer, entonces le dicen “es una cuestión de fé”. Esto simplemente equivale a: “No tengo otra explicación convincente que darte, pero si quieres que tenga una buena opinión de tí, confórmate con eso.”

Y repentinamente, aceptar algo sin más ni más pasa de ser una absoluta imprudencia a una total virtud. Si usted pide pruebas es arrogante. Si acepta lo que le digan sin discutir entonces es una persona humilde y merecedora.

Cuando alguien termina una explicación diciéndole que es una 'cuestión de fe'. Usted ya sabe que no podrá llegar más lejos. En realidad, pedir fé no es ofrecer un argumento sino admitir públicamente que no se tiene ninguno.


“Es un misterio”

(Puede leer más de esto en una entrada previa). Decir que algo es un misterio para cerrar una discusión de manera mística es otra forma de admitir que no se cuenta con nada más sustancial. Equivale a decir: “es contradictorio, es raro, es absurdo, pero así es por motivos imposibles de conocer y no existen opciones”.

Es inevitable considerar la posibilidad de que se trate de un mal enfoque o de la falta de imaginación (o conocimientos) para explicar algo. Pero si yo le digo a usted algo como: “Metí cuatro pelotas en esta caja y al abrirla salieron solo tres por razones misteriosas” me estoy cerrando el mundo y pretendo que a usted se le cierre también. Existe muchas posibilidades, algunas demasiado sencillas, respecto al por qué no hay cuatro pelotas. No hay tal misterio, sino incapacidad de explicar o ganas de engañar. El único misterio es cómo alguien puede conformarse con una explicación tan lastimera.


(sigue... probablemente)

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