sábado, 21 de noviembre de 2009

Ciencia y Vampirismo

Los vampiros de la saga “Crepúsculo” ¿podrían ser víctimas de un mal llamado “porfirismo”?

Few creatures of the night have captured our imagination like vampires...
What explains our enduring fascination with vampires?
What is it about the vampire myth that explains our interest?
Is it the overtones of sexual lust, power, control...
Or is it a fascination with the immortality of the undead?
And what dark and hidden parts of our psyche are aroused and captivated
"By the legends of the undead"
Vampires, Godsmack


Recuerdo haber rentado The Lost Boys de Joel Schumacher, acompañado por los imprescindibles productos de la ahora extinta “Romántica Pizza”. No sentía especial atracción  por los seres en cuestión en ese entonces –para mi no eran más particulares que cualquier otro “monstruo”; los hombres lobo, digamos, o extraterrestres del tipo a Depredador. Los vampiros difícilmente pueden ser atractivos a los 14 años cuando uno mismo siente como que va a vivir para siempre, y fue muy tardíamente –y en la medida que la adultez ha venido avanzando- que los vampiros se han vuelto más y más interesantes. 


 Antes de Buffy, fueron los Frog Brothers en The Lost Boys....
¿ni cómo comparar?



¿De dónde parte todo? Los alienígenas por ejemplo representan algo muy diferente a los vampiros: materializan el miedo de que puede no ser grato o amigable aquello aguardándonos más allá de los confines de la atmósfera terrestre. Eso, junto con la incompresible contemplación de lo “no humano”, una idea aterradora para cualquiera con el valor de acercarse a ella. El vampiro no podría ser más diferente. No es el miedo a lo ajeno, sino a lo que es seductor en la propia naturaleza humana. Se trata del tigre de Bake:


Cuando las estrellas tiraron sus lanzas
Y el agua enjuagó el cielo con sus lágrimas,
¿Sonrió Él al ver Su trabajo?
¿Te hizo Él, quien creó al cordero?


Tigre, tigre, brillando ardiente
En las selvas de la noche
¿Qué inmortal mano u ojo
Trazó tu siniestra simetría?



El autor británico William Blake sentía una atracción
por la personalidad vampiresca


Blake no gustaba de los corderos, que eran útiles y apacibles, sino del tigre, algo bello, fiero e inútil. Esta idea es importante cuando se leen a los autores románticos, y en particular esta obra Twilight (cuya secuela "Luna Nueva" está a punto de estrenarse en cines) la cual se las ha ingeniado para escribir tales ideas en la mente de adolescentes. Predeciblemente no es el concepto de la inmortalidad lo que se sobre pone en la obra, sino la seducción del vampiro, la cual, igual a la del tigre, puede ser un espectáculo tan bello como mortal.


 Isabella Swan

La simbología de la novela es más o menos obvia para cualquiera con un poco de percepción: la chica, llamada Isabella Swan (Kristen Stewart), abandona la soleada Arizona –representando la certidumbre de valores y percepciones de la infancia- para dirigirse a un pueblito del estado de Washington, tan brumoso como la adolescencia misma; de nuevo, el simbolismo es evidente, como el hecho de que los muchachos son tan misteriosos e incomprensibles para una chica de esa edad como cualquier ser sobre natural.




¿Pero podría haber algo más que simple folklore aquí? ¿Existirá alguna explicación científica al vampirismo, no como seres inmortales que vuelan por los aires, desde luego, sino como un padecimiento clínico que hace a la gente comportarse como lo haría un vampiro?

 El doctor Dolphin cree haber 
encontrado el origen de la idea
del vampiro


El doctor David Dolphin de la universidad de la Columbia Británica cree que sí. ¿Cuáles son los síntomas más comunes entre "los amantes de la noche"?: irritación a la luz del sol, su apetito por la sangre y su aversión al ajo. Dolphin, cuya especialidad es en sustancias químicas llamadas porfirinas, piensa que el mal de la “Porfiria” podría explicar algunos de tales padecimientos.

En esa enfermedad, el paciente carece de la capacidad para generar suficientes cantidades de una proteína llamada hematina, la cual oxigena nuestro organismo combinada con el hierro y la hemoglobina de la sangre. Como la hematina y otra proteína llamada porfirina interactúan en una serie de mecanismos metabólicos, la falta de la una produce un exceso de la otra Como resultado, la piel desarrolla una vampiresca hipersensibilidad a la luz del sol causada por un exceso porfirinas, en el organismo.

La molécula anular de la porfirina

Pero el doctor Dolphin supone la porfiria puede haber contribuido más al mito del vampiro, que tan sólo la aversión a la luz solar. Dado que la hematina puede ser encontrada en la sangre, Dolphin especula que, los “vampiros” de la antigüedad pueden haber comenzado a tomar este fluido de sus víctimas para compensar sus niveles de la proteína. Más aún: se dice que el ajo podría aumentar los niveles de porfirinas en el cuerpo, con lo cual también se explicaría el por qué el ajo no le gusta a los vampiros. Se puede incluso añadir un elemento más y observar que si la Porfiria es susceptible a ser transmitida por una mordida, tendríamos el cuadro completo del vampiro. 



Se trata de una sugestiva e irresistible idea. ¿Pero tiene vicios de ser verdad? La hipótesis tiene muchos hechos en su contra. En primer lugar, una mordida no es la manera más probable de obtener porfiria. Las hay otras mucho más comunes: el uso de drogas, diferentes tipos de infecciones, el uso de alcohol o de hormonas como los estrógenos, todos son probables agentes de la porfiria.

En segundo lugar, si bien el paciente padeciendo porfiria regularmente recibe inyecciones de hematina, lo cierto es que esta no podría sobrevivir a los jugos gástricos en el estómago, de modo que obtener esta enzima bebiéndola es una medida del todo inútil. Y por último, no hay evidencia de que el ajo pueda efectivamente aumentar el nivel de porfirinas en el cuerpo. 

¿Significa esto que podemos descartar al porfirismo como la inspiración para el vampirismo? La probabilidad desde luego existe. Lo cual no significa que alguien padeciendo porfiria en verdad termine comportándose como un vampiro. 

José Langarica 

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