martes, 1 de septiembre de 2009

Abusadillo desde chiquillo

La habilidad para comprender ideas científicas –o no- puede comenzar muy temprano: en la niñez.

A lo largo del siglo pasado y todavía en el presente se puso de moda demostrar como “la nueva física” (aquella venida de Einstein, o en su caso, la mecánica cuántica) desafiaba al sentido común. La verdad es que la ciencia no ha estado haciendo otra cosa desde el principio que demostrar como lo que llamamos sentido común está sencillamente equivocado.





Como un ejemplo, consideren los bucles presentados en la ilustración. Si una pelota entrara por la parte más alta del bucle, ¿qué trayectoria seguiría al salir, A o B? Sorprendentemente, un gran número de personas eligen la opción B (por continuar la curva que la pelota sufrió dentro del bucle) que la opción A, la cual es la correcta. Precisamente porque con frecuencia la naturaleza se comporta de manera distinta a como la mente humana esperaría en un examen a priori, es que la ciencia es un reto para casi cualquiera.

“Estudios psicológicos recientes dejan claro que los bebés no son ‘tabletas en blanco’” escriben Paul Bloom and Deena Skolnick Weisberg en el número de Science del pasado 18 de mayo, donde se hace un compendio de lo que varios investigadores (Bloom y Skolnick incluídos) han encontrado a este respecto; “incluso” continúa Bloom “los niños de un año poseen un rico entendimiento tanto del mundo físico (una ‘Física ingenua’) y el mundo social (una ‘psicología ingenua’). Los bebés saben que los objetos son sólidos, que persisten en el tiempo (aún cuando no se les vea), caen al suelo si no se les sostiene, y no se mueven hasta que se actúa en ellos. También comprenden que la gente se mueve de forma autónoma en respuesta a eventos físicos y sociales, actúan y reaccionan de acuerdo a sus objetivos, y responden con emociones apropiadas a diferentes situaciones”.


“Lamento decirte esto -¡ya que eres un periodista!”– nos dice, “pero no creo que los medios jueguen un gran papel en esto."


Boom y Sknonick se han interesado en cómo los adultos pueden poner resistencia a determinados hechos científicos –alegando que no parece “intuitivo” o “natural” (el típico “no me hace clic”)- quizás, alegan, por eventos que afectaron su desarrollo intelectual durante su infancia.

La idea de que todo en el mundo debe tener un propósito de la misma manera que la decoración de una sala, posiblemente está profundamente escrito en nuestra estructura cerebral y es reafirmado a través de la formación personal. Los niños están seguros de que el propósito de las nubes es “hacer llover.” ¿Podría ser de otra forma?

“Creo que el trabajo con niños es una maravillosa manera de mirar a la naturaleza humana, a lo que tenemos (todos) en común” responde Bloom a El Informador. “En particular, investigaciones con bebes y niños muy pequeños nos pueden hablar sobre los patrones del pensamiento antes de su exposición a cualquier cultura particular”.
Los investigadores conceden al ambiente comunitario una poderosa influencia en el afianzamiento de dichas ideas, especialmente si figuras icono de dicha sociedad insisten en rechazarlas (como sucede con la evolución): “La resistencia” escriben, “persistirá a través de la adultez si las afirmaciones científicas hayan oposición en una sociedad, y serán especialmente fuertes si hay una alternativa no científica que está enraizada en el sentido común y defendida por gente que se piensa son confiables y creíbles”

No obstante, Bloom en lo particular no piensa que los medios ocupen un papel especialmente relevante:

“Lamento decirte esto -¡ya que eres un periodista!”– nos dice, “pero no creo que los medios jueguen un gran papel en esto. Creo que estos sistemas de pensamiento están afianzados en primer lugar en los niños mucho antes de que puedan leer o ver televisión. Si bien los medios pueden apoyar estos sistemas de creencias en los adultos, ello no explica el porque existen en primer lugar.”

Finalmente, Bloom parece sugerirnos que este aprendizaje es algo que podemos dominar a través de la educación, pero -para bien o para mal- no evitar.

“No creo que debamos cambiar la manera en la cual tratamos a los bebés. Los hallazgos experimentales muestran que ellos tienen un entendimiento temprano muy claro de los mundos físico y social; esto emergerá naturalmente, no se necesita enseñanza. Los padres deben tan solo disfrutar de la compañía de sus bebés y pasarla bien con ellos. Podemos sobrellevar conscientemente nuestro entendimiento natural a través de la educación y la ideología. Por ejemplo, podemos llegar a comprender que el dualismo (la separación entre cuerpo y alma) está equivocado. Pero hay límites: creo que todos retenemos esta comprensión natural a un nivel intuitivo o visceral”.

Percepciones humanas y error

Desde el punto de vista humano una serie de eventos físicos parecen tener una explicación clara (y equivocada):


La tierra es plana

El alma y el cuerpo son entidades diferentes

El sol (y todo el cosmos) girar alrededor de nuestro planeta

La tierra no es especialmente antigua


Galileo y el lanzamiento de proyectiles


Por siglos, ingenieros y matemáticos intentaron describir la trayectoria de un proyectil luego de ser disparado, auxiliándose de líneas y círculos. Fue Galileo quien se interesó en las especulaciones de un matemático griego llamado Apolonio de Perga, el cual estudió las secciones cónicas, incluyendo la parábola. Ahora sabemos que un proyectil bajo la influencia de un campo gravitatorio precisamente escribe una parábola. Desde esta perspectiva, cualquier niño de sexto de primaria sería mejor artillero que los profesionales contemporáneos de Galileo. Pero era más fácil pensar en círculos y líneas que en parábolas (resultaba “más natural”) Por cierto, las cavilaciones matemáticas de Apolonio no tenían aplicación alguna cuando este trabajo en ellas (y Apolonio jamás se interesó en dichas aplicaciones).



José Langarica

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